La autoría de esta ruta es compartida, pues nunca habría tenido la posibilidad de relatarla si no hubiera tenido en Alfonso la compañía necesaria para realizarla.
AVISO PREVIO
Esta ruta es de una dificultad alta.
La primera parte, desde el comienzo de Saigu hasta la Horcada de los
Bueyes, exige salvar un desnivel muy fuerte, por un terreno muy
escabroso e inestable. En un episodio de la ruta hay que efectuar una
trepada delicada en el Sedo de Los Arandanales (grado II y II+)
El retorno desde el Cabezo Llerosos hasta la ruta de El Cares tendría dificultades graves de orientación en caso de niebla
Como valor orientativo de los desniveles a salvar, algunos puntos clave de la ruta son:
La Trapa-Cabezo Llerosos.-
La Trapa: 220 mts
Inicio de la Canal de Saigu: 470 mts.
Sedo de los Arandanales: 1.145 mts
Horcada de los Bueyes: 1690 mts.
Cabezo Llerosos: 1792 mts
Cabezo Llerosos-La Trapa por Beresna y La Raya.-
Beresna: 1600 mts.
Vega Maor: 1218 mts.
Valdelafuente: 1.035 mts
Entronque Ardinal-Canal de la Raya: 590 mts.
Cabezo Llerosos-La Trapa por Cuestas Sagradas.-
Collado Cuerno: 1410 mts
Las Envernadas: 1.235 mts
DESCRIPCIóN DE LA RUTA
Para llegar a pie de la Canal de Saigu,
el punto de partida más lógico es La Trapa (Poncebos). La Canal de
Saigu es la primera gran canal que nos encontramos después de andar unos
kms por la ruta del Cares; luego de traspasar y descender del alto de
Los Collaos. Se reconoce fácilmente porque pocos metros antes
encontramos un casetón pegado al muro, el casetón de Saigu, y porque ha
habido que habilitar en el camino una plancha de hormigón para reparar
los destrozos que cada año causa el argayo inestable de la canal.
En su punto de arranque, la canal de Saigu asoma ante nosotros sin engaños ni tapujos, coronada por la figura colosal del Cueto Argumoso.
A la vista de su fiero perfil de torrentera sumamente pendiente,
inestable y amenazante, hay que venir cargado de motivación y de energía
para acometer su ascensión.
Para entrar en Saigu podemos hacerlo por su izquierda, siguiendo las
trazas discontinuas de vereda de cabras que llevan hasta un redil
formado bajo la oquedad de la roca.
Una vez dentro y superado el primer tramo, la Canal se puede ascender
por cualquiera de sus márgenes. Si se elige continuar por la izquierda,
entonces hay que salvar unas inclinadas playas herbosas muy incómodas y
delicadas, con mal asiento para los pies y alto riesgo de deslizamiento,
Si se elige hacerlo por la derecha, se progresa por un terreno
pedregoso, algo más firme dentro de su inestabilidad. Comparando ambas
opciones, parece, pues, más lógico hacerlo por la derecha. En ese caso,
hay que cruzar a ese lado de la torrentera antes de llegar al redil de
cabras.
Por un lado o por otro, llegará un momento en que el terreno se inclina
tanto que conviene meterse en el cauce de la torrentera. En ese
instante, la ascensión obliga a ir sorteando los bloques de piedra,
siempre con sumo cuidado por su inestabilidad.
Si le echamos un poco de imaginación, es como ir medio trepando por un
intestino repleto de grandes fecalitos pétreos que amenaza con entrar en
plena defecación. Así que hay ir suplicando: Saigu!, Saigu!, por lo que más quieras... que no se te remuevan en este momento las tripas.
Si hace calor, el recorrido por el cauce del argayo puede ser es
sofocante. En ese caso, resultará un enorme alivio encontrarnos con
algún punto donde puede que corran algunos hilos de agua con seguro
sabor a gloria.
En la parte alta el cauce se va estrangulando hasta empujarnos a
abandonarlo por la izquierda. Más o menos a la altura donde abandonamos
el cauce se abre por la izquierda el ramal de la Canal de Llamero,
que a media altura ofrece una salida por la desaparecida senda de El
Redondo hacia los altos prados entre Ostón y Beresna. Pero ese no es
ahora nuestro "camino". Nosotros tenemos que seguir por la canal
principal, iniciando un lento giro hacia la derecha bajo el muro del
Cueto Argumoso. En este tramo no tenemos más remedio que avanzar a duras
penas por una ladera herbosa inclinadísima, haciendo uso ocasional de
las cuatro extremidades.
Poco a poco, la subida nos acerca al colosal derrumbe de donde surgen
las rocas que todos los años se desploman sobre El Cares a modo de
gigantesco argayo. Se trata de una peña cortada limpiamente por el tajo
de una fuerza hercúlea y monstruosa. Produce escalofrío pensar en el
estrépito causado por tan infernal momento.
Pidiendo concentración a nuestros ojos atónitos, nosotros tenemos que
dirigirnos hasta la cabecera del torrente. Estamos en una especie de
circo angosto que sólo podemos atravesar pegándonos a las paredes del
Cueto Argumoso. Esto nos obliga a seguir trepando por las playas
herbosas como patosos rebecos hasta alcanzar el único paso posible: una
vira rocosa que ofrece la seguridad suficiente para alcanzar una salida
por encima del gran derrumbe. Después, aún tenemos que atravesar en
falso llano otra panda herbosa que nos conduce a una especie de rellano o
collada.
El traspaso de la colladuca nos conduce al reencuentro con la riega de
Saigu, por la que discurre un cascadina que suena como música fresca en
tan áspero lugar. Pero, ¡atención!, no hay que dejarse atraer hacia
ella. Hay que mirar a la izquierda, al muro que cierra la canal por su
lado norte. Si nos acercamos a él descubriremos la señal inequívoca de
que por ahí tenemos que trepar: el alambre que en su día colocó el
pastor Rafael para facilitar su paso. Estamos en el episodio clave de la
ascensión: el sedo de Los Arandanales.
La trepada no es difícil porque el muro está algo escalonado y ofrece
buenos apoyos y presas, pero es delicada, porque un error resultaría
fatal. Para trepar con la mayor seguridad hay que observar bien y
acertar con el flanco más débil del muro, que es el izquierdo. Al final
del primer tramo de trepada encontraremos el rústico pero sólido anclaje
de Rafael: una herradura. Pero
desde aquí aún hay que seguir trepando. Para ello, lo más seguro es no
seguir recto hacia arriba, sino describir una curva primera a derecha,
luego a la izquierda.
La salida del muro nos deposita en Los Arandanales.
Al ver de cerca su verde pradería, comprendemos mejor el sacrificio de
los pastores como Rafael para traer aquí sus rebaños y aprovechar el
pasto.
El tramo siguiente es duro, pero ya no ofrece dificultades reseñables. Consiste en ascender pacientemente la canal de Fuentes de Rama,
que a diferencia de Saigu ofrece un trazado franco. La primera parte es
una larga cuesta muy empinada, pero más fácil de andar que las playas
de la cabecera de Saigu. Aquí será suficiente con dos extremidades, lo
que resulta un “alivio” a estas alturas.
Hacia la mitad de la subida, la canal describe una curva
derecha-izquierda y llegamos frente al muro levantado por los pastores
para impedir el paso de las vacas que pastan en la parte alta. Después
del esfuerzo realizado, el traspaso del muro ofrece uno de esos
impagables momentos de satisfacción que colman el sentir de los
montañeros “arrebecaos”. Las cumbres del macizo central que aparecen en
la lejanía parece que fueran propias y que uno las pudiese acariciar con
las manos.
A partir del muro, la canal pierde inclinación y su recorrido se
convierte en un apacible paseo hasta llegar al verde remanso de la Horcada de Los Bueyes, un lugar idóneo para compartir lecho con las vacas.
Si las reservas energéticas no están al límite, desde la Horcada de los Bueyes podemos ascender a la cumbre cercana del Cabezo Llerosos:
una cumbre estratégica para sentirse un marino privilegiado en medio
del océano de los Picos. En ese caso, lo más cómodo resulta progresar
por la loma sur que enlaza la Horcada con la cumbre, siguiendo los
numerosos hitos que te indican los pasos más cómodos entre los lapiaces.
LA HORA DEL RETORNO
El retorno desde el Cabezo Llerosos ofrece varias opciones. Cualquiera
de ellas carece de dificultades técnicas de importancia, pero todas
tienen problemas de orientación con días claros y se convierten en harto
confusas y peligrosas en días de niebla. Aquí comentaremos tres y
recomendaremos dos, pero una con más fuerza montañera que otra.
Descenso por Ondón y la Canal de las Bobias.- Esta es la opción más cómoda, directa y conocida. Se trata de descender a la majada de Beceña, al este del Pico, y seguir luego los hitos que nos llevarían hasta la majada de Ondón para bajar a Camarmeña y La Trapa por la canal de Bobia. Esta ruta aparece descrita en numerosos lugares (vid: Rodríguez Adrados: Ruta C-1, en Picos de Europa. Ascensiones y travesías de dificultad moderada.
Oviedo). La ruta está marcada con numerosos hitos, pero aún así
requiere atención en el tramo entre Beceña y Ostón, donde se atraviesan
numerosos hoyos que dificultan la orientación y hay que hacer algún que
otro giro sorprendente.
Descenso por Beresna, Ostón y la Canal de la Raya.-
Esta opción es más larga y algo más agreste, pero recomendable para
espíritus montañeros. Consiste en descender del Cabezo hacia el oeste,
pasando por la recóndita, pero entrañable, majada de Beresna.
En este caso hay que ubicar bien la majada desde el Pico, porque una
vez que descendamos el terreno nos hará perderla de vista. Para llegar a
Beresna podemos retornar a la Horcada de los Bueyes y seguir el camino
prestando atención en los momentos en que éste se difumina entre las
rocas.
Desde Beresna y una vez ubicados frente a su inquietante “bujero”, hay
que salir por la izquierda, siguiendo una marcada senda con restos de
armaduras. Luego hay que hacer uso del sentido de la orientación para
caminar siempre hacia el oeste o el sur/suroeste, mirando de “cara” a
las cumbres del Macizo Occidental y atravesando bucólicas brañas y
nostálgicos restos de chozos ganaderos.
El terreno, siempre fácil, nos llevará hacia algún punto donde veamos bajo nosotros la vaguada que comunica las majadas de Vega Maor
y de Ostón. Cuando lo consideremos oportuno, bajamos por el lugar que
nos parezca más cómodo y seguimos el camino señalizado que recorre la
vaguada hasta los pastos de Ostón.
En Ostón podemos bajar al Cares por la canal de Culiembro, que se
encuentra a su derecha (suroeste). Pero resulta muy recomendable hacerlo
por la canal de La Raya, que se
encuentra al otro lado, a su izquierda (sureste). Si elegimos La Raya
no hace falta llegar hasta las cabañas de Ostón. Antes de entrar en sus
vallados dominios nos echamos a la izquierda, buscando la línea de
vaguada que se aproxima a las peñas. Si nos fijamos bien, las veredas de
ganado nos llevarán a un recuenco donde se encuentra la
fuente-abrevadero de Valdelafuente.
Desde Valdelafuente hay que dejarse caer por la pradera con ligera
tendencia a la izquierda, pero sin meterse en la parte angosta de la
canal, que es la parte alta e impracticable de La Canal de La Raya. El
muro que cierra los prados de Ostón quedará a nuestra derecha y cada vez
más lejos. Así nos iremos acercando a un bosquete de encinas que
anuncia los desplomes sobre el Cares. Es el Monte La Ardinal.
Ya cerca de las encinas encontraremos el claro sendero que atraviesa
este Monte para llevarnos hasta la canal de La Raya. El sendero describe
primero unas zetas y luego se echa bruscamente a la izquierda para
conducirnos sin equívoco posible al interior de la canal.
Una vez en ella, sólo resta dejarse caer por el sendero y la pedrera
hasta reencontrarnos con la ruta de El Cares y dejarnos llevar por
nuestro cuerpo fatigado, pero contento, hasta la merecida acogida que
nos espera en La Trapa.
Descenso por los Jobos del Agua y Cuestas Sagradas.-
Esta opción es la más agreste de todas, pero por eso mismo la más
recomendable para montañeros exigentes. Consiste en bajar desde Cabezo
Llerosos hacia el sur, buscando el borde de los desventíos que caen
sobre La Canal de Saigu y Los Arandanales. Si lo hacemos así, nos
meteremos en el laberinto de los Jobos del Agua.
Aquí, el único “sendero” posible es una buena mezcla de orientación y
de intuición para buscar los mejores pasos. En caso de duda, lo mejor es
avanzar lo más pegados que podamos a la línea de cresta, mirando de
reojo el vacío que nos separa de Saigu y Los Arandanales.
De ese modo, llegará un momento en que avistemos una amplia ladera que
se descuelga hacia la ruta del Cares y en el alto de Los Collaos. Esa
ladera es Cuestas Sagradas y
tampoco ofrece senderos, sino una incómoda mezcla de piedra y brezos que
nos harán trabajar cada paso. Lo mejor es bajar por su lado derecho,
para poder llegar al Collado Cuerno con el reojo puesto de vez en cuando en el paraje vertiginoso de Los Arandanales.
Si bajamos por ese lado es más posible que nos topemos con la agradable sorpresa de la cabaña de Las Envernadas.
Desde ella, podremos continuar la bajada en diagonal, enfilando nuestros pasos hacia los pastos inferiores de Pregüeles, donde destaca el cierre ganadero de Cueto Corral.
Desde Cueto Corral, un claro sendero salva el resalte donde se asienta la majada troglodita de Abeyares.
Luego, un poco más de descenso por la pedrera y habremos retornado a Los
Collaos con el pensamiento puesto en los placeres de La Trapa.
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